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Cierre de USAID en América Latina: Retos y Nuevas Perspectivas para el Desarrollo Social

José Armando Márquez Cardona

Actualizado: 17 mar

El anuncio del cierre de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés) ha generado una ola de incertidumbre en América Latina. Durante décadas, USAID fue uno de los principales aliados para el financiamiento de proyectos sociales en la región, impulsando iniciativas de desarrollo en áreas como la salud, la educación, el empoderamiento económico y los derechos humanos. Su retiro marca un punto de inflexión para las organizaciones sociales que dependen de sus recursos, obligándolas a replantear sus modelos de financiamiento y a buscar nuevas alternativas para garantizar la continuidad de sus programas.


El legado de USAID en la región

Desde su creación en 1961, USAID ha desempeñado un papel fundamental en la transformación social y económica de América Latina. A través de inversiones millonarias, ha impulsado iniciativas clave en áreas como la lucha contra la pobreza, el acceso a la educación, el fortalecimiento de la gobernanza y la resiliencia ante desastres naturales. Sus programas han beneficiado a millones de personas, mejorando la calidad de vida de comunidades marginadas y contribuyendo al desarrollo sostenible en la región.


Entre sus logros más significativos se encontraron el fortalecimiento de los sistemas de salud pública, la erradicación de enfermedades prevenibles mediante campañas de vacunación, el apoyo a emprendedores locales a través de microcréditos y la promoción de políticas ambientales sostenibles. Además, fue un actor clave en la estabilización de países afectados por conflictos internos, brindando asistencia humanitaria y promoviendo la paz a través del fortalecimiento institucional y la protección de los derechos humanos.


Impacto en las Comunidades Vulnerables

El cierre de USAID tendrá un impacto significativo en las comunidades más vulnerables de la región. Muchas de las iniciativas apoyadas por la agencia estaban dirigidas a grupos en situación de pobreza extrema, mujeres, niños y poblaciones indígenas. La falta de recursos podría provocar la suspensión de programas de atención primaria, la disminución de becas educativas y la paralización de proyectos de desarrollo comunitario.


El impacto financiero de la retirada de USAID se verá reflejado en la suspensión de fondos destinados a diversos países de la región. Los países más afectados y las cifras correspondientes son:


  • Colombia: 389 millones de dólares

  • Haití: 316 millones de dólares

  • Venezuela: 205 millones de dólares

  • Guatemala: 178 millones de dólares

  • Honduras: 144 millones de dólares

  • El Salvador: 138 millones de dólares

  • Perú: 111 millones de dólares

  • México: 71 millones de dólares

  • República Dominicana: 49 millones de dólares

  • Ecuador: 46 millones de dólares


La interrupción de estos recursos podría tener consecuencias devastadoras para millones de personas que dependen de estos servicios básicos. Las organizaciones que gestionan estos programas se enfrentan a la difícil tarea de encontrar fuentes alternativas de financiamiento para evitar el colapso de sus iniciativas.

Además, la reducción de fondos afectará la capacidad de las organizaciones para generar empleo local, debilitando las economías comunitarias y aumentando la migración hacia zonas urbanas o al extranjero. La incertidumbre generada por esta situación amenaza con agravar las desigualdades sociales y profundizar las brechas existentes.


Fuentes Alternativas de Financiamiento

Ante este escenario, la diversificación de las fuentes de financiamiento se presenta como una estrategia clave para garantizar la sostenibilidad de los proyectos sociales. Las organizaciones deberán explorar nuevas opciones que les permitan acceder a recursos de manera más autónoma y sostenible.

Entre las alternativas destacan los Fondos de Impacto Social, que combinan la inversión privada con objetivos de desarrollo. Estos fondos ofrecen una oportunidad para financiar proyectos que generan beneficios económicos y sociales a la vez. Asimismo, las plataformas de crowdfunding se consolidan como una herramienta eficaz para movilizar recursos desde la sociedad civil y fomentar la participación comunitaria.

Otra opción prometedora es el modelo de Blended Finance, que combina recursos públicos, privados y filantrópicos para apalancar inversiones en proyectos con alto impacto social. Este enfoque permite mitigar riesgos para los inversores y maximizar el impacto en las comunidades beneficiarias.


Alianzas Estratégicas y Filantropía Corporativa 

La colaboración con el sector privado también será fundamental para compensar la ausencia de USAID. Las empresas pueden desempeñar un rol clave a través de programas de responsabilidad social, donaciones corporativas y la creación de fondos para el desarrollo comunitario. Establecer alianzas estratégicas con el sector empresarial no solo permitirá obtener recursos financieros, sino también fortalecer las capacidades de gestión y ampliar el alcance de los proyectos.


Un desafío sin precedentes

Los nuevos tiempos, plantean un reto enorme para el desarrollo social en América Latina, pero también abre la puerta a la búsqueda y adopción de modelos de financiamiento más innovadores y sostenibles. La región se enfrenta a la necesidad de replantear la forma en que se movilizan los recursos para el desarrollo, fortaleciendo la colaboración entre gobiernos, empresas y sociedad civil.


La diversificación de las fuentes de financiamiento, la implementación de estrategias como el Blend Finance y la creación de alianzas estratégicas serán fundamentales para garantizar la continuidad de los proyectos sociales y la construcción de comunidades más resilientes. Además, la búsqueda de fondos a través de la Cooperación Internacional y de las grandes Fundaciones Empresariales y Familiares en los mismos Estados Unidos, Asia y Europa, permitirá acceder a otro tipo de grants y mecanismos de financiamiento institucional. Esta coyuntura ofrece la oportunidad de transformar el modelo de cooperación internacional, promoviendo una mayor autonomía y sostenibilidad en el desarrollo de la región.


 
 

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